Tzimol, Chis.- La caminata a las Cascadas El Chiflón continuó el 1 de marzo, en esta ocasión teniendo como guía a un socolteco, Ramón José Luis Cordero Torres, ya que cada vez más estamos acercándonos a territorio de Socoltenango.
Vamos rumbo a las Cascadas El Chiflón, para admirar desde arriba a las cascadas
Es el río San Vicente, el que nace en Tzimol y desemboca en la presa
Iniciamos el trayecto donde un puente colgante hecho por el hombre permite cruzar el río de una lado a otro, bajo una espesa arboleda.
Los helechos y cipreses estaban ahí, decorando el panorama los primeros, ofreciendo fresca sombra los segundos.
El río, mientras tanto, sigue mostrando el camino, cada vez más hondo, cada vez más fuerte.
Mientras el Sol despliega un juego de colores a lo largo de la vera, jugueteando con el río y sus pequeños chiflones, de escasos centímetros, por ahora, pues el terreno es plano.
Más tarde se complica el avance.
El río se torna profundo, no se puede cruzar al otro lado donde pareciera más favorable, tampoco avanzar en la orilla ni saltar sobre las piedras. Es preciso subir al cerro, donde la maleza impide dar un solo paso, como si tuviera voluntad y quisiera proteger al San Vicente de los intrusos de la ciudad.
El joven río, sin embargo, sigue su ritmo, en eterno movimiento. De hecho es cada instante distinto. Mientras él avanza veloz, nosotros peleamos contra la hierba y el bejuco, avanzando paso a paso, machete por delante, unas veces para cortar las ramas con espinas, otras para ahuyentar alguna culebra.
Las aves modulan, vuelan, revolotean a cada paso. Advierten al mundo animal de nuestra presencia, como lo hicieron también las plantas desplegando en el ambiente sus olores.
Evitamos cortar las plantas, aún la maleza, para no devastar al San Vicente.
Un joven sabino se hace presente. Tiene tallo de un metro, cuando mucho, y aún es delgado; sus ramas se extienden a los lados, quizá de dos metros. Su sombra es incipiente. Pero sigue la costumbre de vivir en pleno río, retando a la corriente.
El río también muda sus colores, camino hacia abajo se torna verde, en los rápidos es blanco, en lo profundo y despejado adopta el azul del cielo.
La vegetación sigue siendo espesa, los árboles altos. Uno de ellos decidió inclinar su tallo para cruzar el río o ayudar al paseante a cruzarlo, quedando a dos metros de altura, aproximadamente.
Finalmente llegamos a donde teníamos planeado, una breve llanura donde hay un puente de madera y un letrero que dice: “Propiedad Privada. Aventuras del Campo, A.C”.
Es un tramo donde se construyen palapas, albercas, campos de fútbol y baños. Ahí podrán acudir quienes amen a Dios y a la naturaleza, para romper la rutina y quizá, hacer cambios en su estilo vida, reflexionando sobre la ruta que han seguido y deben seguir en lo sucesivo.
No importa la denominación religiosa evangélica, pero sí respetar la flora y la fauna, según explica el pastor Zenaido Cifuentes, quien hace la invitación a todo el pueblo cristiano evangélico para realizar aquí sus retiros, campamentos, convenciones juveniles, entre otros.
Justo aquí suspendemos la caminata en su tercera etapa.
Salimos a la carretera y miramos el tramo del cañón que nos espera, de un río que sigue su curso rumbo al Velo de Novia y su Corona.
Llegaremos algún día.
1 comentarios:
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Saludos y nos seguimos leyendo.
Sergio Alejandro
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