Proviene de los lagos de Montebello, baja por gravedad y nace en el ejido Río Blanco, municipio de La independencia.
El río no es blanco, pero sí muy limpio.
Después de navegar por vía subterránea nace aquí, en una cueva grande, al final de un peñasco alto, quizá de unos 40 metros de altura.
Al cerro se le ve cortado verticalmente.
Llegar de paseo a este lugar resulta fácil y disfrutar del agua dulce, clara y fresca, bien vale la pena.
Se debe tomar el auto en Comitán y encaminar sus pasos a Los Lagos de Montebello, unos 36 kilómetros.
Una vez ahí se debe tomar la carretera fronteriza del sur, rumbo a Maravilla Tenejapa. 27 kilómetros y medio después se encuentra el ejido Francisco I Madero, municipio de Las Margaritas, y ahí mismo un desvío a Río Blanco, a mano izquierda, en carretera pavimentada, apenas 13 kilómetros.
Al pasar una escuela se ve una planada, de pasto natural, acompañada de un río de fuerte caudal.
Ahí se congregan cientos de paseantes en cada temporada vacacional, a nadar, jugar fútbol, voleibol y otros deportes.
Mientras unas personas cocinan al aire libre una mojarra o un bagre de buen tamaño, otros participan de la emoción de unas carreras de caballo. Corren las apuestas entre compadres o amigos.
Hacia arriba se encuentra la junta de dos ríos que le dan vida al río blanco.
Para don Guillermo Vázquez Alfaro, mi guía, son el río grande y el pequeño. A aquel se le ve nacer allá por la comunidad La Esmeralda, municipio de Las Margaritas; éste, el pequeñito, nace aquí mismo, en una cueva que se encuentra allá, en la sima de un alto peñasco.
Pero, justo aquí, en la confluencia de ambos, el paseante tiene la dicha de elegir entre uno y otro río para nadar o remojarse, aunque igual puede cambiarle ritmo a la vida poniéndose a pescar mojarras, sardinas, bagres o julines, cuchitos o cangrejos.
El río chico es de agua fría, el grande es de agua tibia, pero si el turista lo prefiere puede zambullirse donde se da la mezcla de ambos, propiamente en el Río Blanco.
Según don Guillermo el Río Blanco corre hacia abajo e irriga las tierras de varios ejidos y rancherías, y más tarde une su vida al río San Carlos, quien luego une la suya al Río Azul, proveniente de Guatemala, dando lugar así al Santo Domingo, de bellos colores.
Pero, en Río Blanco, el paseante disfruta también del campismo, natación o ciclismo, aunque los lugareños también le pueden ofrecer un buen paseo a caballo.
Río abajo, para los amantes de la aventura, se puede desafiar los rápidos para luego caer y nadar en las pozas tranquilas.
Siguiente el curso del río Blanco se encuentra también, a unos cuatro kilómetros, un verdoso espacio mejor conocido como Playa Azul, donde igualmente puede jugarse a la pelota, nadar, correr, saltar, pescar o enamorar a una chica.
Eso sí, hay que tener cuidado. Este río retozón alberga a una bella sirenita que luego aparece en la junta de los ríos, y, coqueta, llama a los chicos para luego sumergirse, reapareciendo más adelante, como atrayéndolos a las pozas más profundas.
Lo único cierto es que al Río Blanco hay que tenerle respeto. Diez personas, a los largo de 40 años, han perecido por bajar el nivel de alerta y caer, o por tomar trago sin invitar a los cuates, máxime en temporada de lluvias cuando el cauce aumenta su tamaño.
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