• La naturaleza le enseñó como esconderse de la gente para purificarse.
• Bell ísima flora y fauna se alimenta de su cauce.
Nace en Bajío Ventanas, municipio de Siltepec.
Kilómetros abajo, en la ranchería El Plan, del municipio de Bella Vista, se sumerge en la tierra, en un sumidero. O quizá en varios.
Desaparece de la vista del ser humano, para protegerse de éste.
Al río le sirve esconderse para limpiarse de las impurezas que le avientan encima, deshaciéndose de éstas a través de filtros naturales.
Pero en el ejido Emiliano Zapata, municipio de Bella Vista, vuelve a emerger, saliendo de una cueva, exponiéndose de nuevo al Sol y al mundo depredador.
Aquí toma el nombre de Río Grande, porque en el lugar nace otro río, pequeño, ahora convertido en un arroyo.
Son los privilegios de los que han gozado los habitantes de Emiliano Zapata, aunque luego, ante los desequilibrios ecológicos, se han convertido en verdaderas amenazas a su integridad física, como ocurrió en años recientes, con el arribo del huracán Stan, cuando el río salió de su cause y arrancó casas, se llevó personas, acabó con sembradíos y mató a muchos animales.
Esta vez visitamos los dos vertederos, justo ahí donde nacen ambos, en compañía de Berzaín Ángel Cifuentes, Dangly Ángel López, Octavio Ventura Vázquez y Ramón Cordero Torres.
Llegamos a la ranchería denominada El Plan, del mismo ejido, donde el río proveniente de la Sierra Madre de Chiapas se divide en dos, en una zona territorial cavernosa.
Hacia la derecha el afluente encuentra el primer sumidero.
En todo caso, se observan dos áreas donde el río se sumerge: la primera es una enorme laguna de color verde, de gran atractivo.
En medio, un álamo y las voces del mundo reproduciéndose en sus hojas, al compás del viento.
Sus raíces rojas se convierten en testigo fiel de cómo el agua se sumerge a las profundidades de la Tierra, mientras miles de pequeños peces persiguen una hoja que lanzamos al agua para ubicar el remolino donde se ubica el sumidero.
A la izquierda, un pequeño gajo del río, con más álamos persiguiéndolo, encuentra otro agujero donde sumergirse y desaparecer de la lente; le perseguimos y conseguimos un adiós del riachuelo que se lanza a las cavernas del subsuelo.
Al retornar a la persecución del río que se esconde, encontramos a pobladores disfrutando de las últimas corrientes del río y a una familia disfrutando de las sombras de un álamo lleno de energía con la encomienda de mantener fresca y húmeda la zona.
Y, más adelante, la última poza del río, antes de desaparecer completamente de la vista e iniciar su travesía subterránea, limpiándose de las impurezas arrojadas por el hombre.
Así, nos encontramos por un largo arenal, por donde antes paseaba el río, irrigando la zona, hasta que el huracán Stan rellenó el lugar con lodo, arena y piedra, bloqueando sus accesos hacia el subsuelo.
Hace años, quizá cientos, el río llegaba aún más lejos y no se escondía de nadie.
Viajaba por una larga cañada que ahora sólo deja ver un cuenca seca y pedregosa, pero totalmente arbolada, con miles de jushtes, cedros, campanillos, canelillos y decenas de especies de frondosos árboles, algunos con alturas superiores a los 60 metros, como el chumís, el guanacaste, el matapalo, el amate, hormiguillo, nogal, chico zapote, entre otros.
Estos altos árboles están poblados de tiucas, pájaros carpinteros, martín pescador, pijuy, pico de hacha, pishcoy, torchiche pecho amarillo, tortolitas, chachalacas, urracas y palomas.
Y, al menos, encontramos huellas de tepezcuintles, gatos de monte, mapaches, pizotes, osos colmeneros, especies de cuerpo espín y algunos venados, furtivos y miedosos ante leal depredador.
El motivo de la caminata por esta cuenca abandonada fue fotografiar algunos cientos de tortugas que suelen aprovechar al máximo la última poza de agua que dejan las lluvias en esta zona montañosa.
Pero las tortugas también se escondieron, porque ya la posa se ha secado, y ahora esperan la llegada de la temporada de lluvia de verano, para salir de las cuevas que hoy les sirven de escondites.
Sin embargo, encontramos más adelante un ojo de agua que arranca su existencia casi en medio del cerro, formando pozas limpias y transparentes, de donde pobladores toman agua para uso doméstico, por su limpieza.
Y, más adelante, la cueva en donde el río proveniente de la sierra vuelve a salir a la luz.
La cueva es grande y oscura, algunas estalactitas cuelgan de su techo; permite la vida de especies como golondrinas y murciélagos que aprovechan el lugar para colocar ahí sus nidos.
El agua se observa en un tono verde, y viaja discretamente.
Metros más adelante, en una pendiente, aparecen algunos chiflones, viajando alrededor de piedras adornadas de musgos, hasta llegar a un puente vehicular que nos lleva al interior del poblado, divido en dos por un nuevo arroyo o riachuelo, que también nace ahí.
Ambos nacederos son conocidos como desembocaderos que la población adorna con coronas cada 24 de Junio, el mero Día de San Juan.
Ese día se realiza una entrada de flores y los creyentes colocan arcos de flores naturales y también de papel, además de acompañar el acto con una buena ingesta de trago y música de marimba.
La Ruta para llegar…
Para llegar a este lugar se viaja de Comitán a Frontera Comalapa, y de ahí se avanza rumbo al municipio de Chicomuselo alrededor de 12 kilómetros. Al llegar al desvío Pasolimón, de Emiliano Zapata, se avanza un tramo de un kilómetro de camino de terracería y luego dos más en camino pavimentado, hasta encontrar un puente que está casi sobre el río.
La caminata se puede iniciar de ahí hacia arriba, encontrando primero la desembocadura, luego la montaña donde antes viajaba el río, y posteriormente los sumideros. Con suerte, en temporada de lluvia podrá apreciar las tortugas que esta vez se nos escondieron.
1 comentarios:
Es un esfuerzo muy loable el fotografiar y documentar nuestros paísejes y sus condiciones. Te felicito
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