Las Guacamayas


Vacacionar en Chiapas… qué rico

martes, 22 de enero de 2008



DISRAELÍ E. ÁNGEL CIFUENTES

Doña Angelita Mejía Corona vino desde la capital del país a Chiapas a conocer las maravillas naturales de la entidad, a curarse de un molestoso problema de insomnio.

Un poco de aire sin smog ayuda a cualquiera y algo de cielo chiapaneco en los pulmones mucho más todavía.

Incrédula, preguntó: "¿pero de verdad son aguas curativas?", refiriéndose a las de los Baños del Carmen, ubicados allá en el municipio de Venustiano Carranza, camino a Tuxtla Gutiérrez, muy cerca de la cortina de la Presa La Angostura.

Pero se dejó llevar.

Antes de bajar del coche se había puesto el traje de baño.


Con ánimo de disfrutar de la vida y relajarse un poco del ajetreo en el Distrito Federal decidió zambullirse largo rato en las tibias aguas azufradas.


Cuando sacaba el torso del agua alguien le echaba más agüita con las manos, para que no se enfriara su cuerpo, ya que el clima afuera era más fresco.

Luego volvía a sumergirse, a perderse, a calentar músculos, tendones y huesos dentro de las aguas termales.

Poco a poco se fue sosegando, hasta quedar quietecita, sólo con la cabeza fuera del agua, donde ocasionalmente se rociaba chorritos con sus manos convertidas en jícaras.

Ella no tomó cerveza como muchos otros paseantes de al lado, que así se la pasaban en esas tibias aguas que nacen ahí mismo, delante los propios ojos de quienes ahí nadan.

Simplemente pidió su coca con harto hielo.

Cuando pidió de comer se le antojó una su mojarra grandota, cocida sin grasa.

"Quiero mi mojarra en su jugo; mire…", comenzó a explicar de qué tamaño estaban sus antojos, o la receta que se le hinchó en los ovarios comer el pasado fin de semana.

"Coloca usted un pedazo grande de papel aluminio, sobre eso un par de hojas de Hierba Santa (momón), ahí pone usted mi mojarra, la rellena de rodajas de chile, cebolla y jitomate, adereza eso con ramitas de hepazote, y las coloca 7 minutos al comal, de uno y otro lado", le dijo.

Un cuarto de hora más tarde ella tenía enfrente la mojarra cocida tal y como la pidió.

Y comenzó la comilona, tomándose ella el tiempo necesario para evitar desaguisados con las espinas de la mojarra.

Después de comer el pescado hasta dejar sólo un montón de huesos se le vio con mirada un poco distraída, el ambiente la andaba absorbiendo.


Alguien le pidió una hamaca para reposar la mojarra en su jugo, la coca con hielos, el manguito verde..

Y dejó caer sus escasos 70 kilos.

Un minuto después se había abandonado, total y absolutamente a los brazos de Morfeo.

Y ahí se quedó.

Cuando horas más tarde le dijeron que debían regresar a casa, alcanzó a reunir fuerzas para subir al auto, para otra vez abandonarse al dios del sueño.

Al pasar frente a Tzimol le quisieron enseñar el Velo de Novia de las Cascadas del Chiflón, ella abrió un segundo los ojos, pero poco le importó la belleza de esa hermosa caída de agua, de más de 70 metros.

Simplemente Doña Angelita había matado el insomnio, con la ayuda de las relajantes aguas de los Baños del Carmen, porque cuando llegó a casa de sus familiares a Comitán siguió así: como la bella durmiente.

Y siguió toda la tarde y noche así: deliciosa y envidiablemente dormida, a pierna suelta, roncando hasta lastimarse la garganta.

Estación Ixcán, la magia del río Lacantún

lunes, 14 de enero de 2008


DISRAELI E. ÁNGEL CIFUENTES

Ejido Ixcán, Selva Lacandona, Chiapas, México.- Majestuoso. Así es el río Lacantún, en este pedazo de Chiapas.
Este afluente es resultado de la fusión de dos ríos: el Ixcán y el Jataté, y comienza en La Confluencia, lugar donde el mágico Chiapas se hace realidad precisamente al fundirse los dos ríos en uno solo.
El viaje inicia en el ejido Ixcán, ya en plena Selva Lacandona, cuando uno sube a una lancha con motor fuera de borda, río abajo, en el Ixcán, proveniente de las montañas de Guatemala.
Son pocos kilómetros, pero emocionantes, porque el Ixcán se ha venido transformando y se está haciendo innavegable, pues ha llegado mucha arena y está dejando de ser un río muy hondo, y en su lugar están naciendo una gran variedad de extensas y bellas playas e islas.
El lanchero opera con mucho cuidado, buscando las partes más hondas, y acomoda a los pasajeros de tal modo que se puedan ir librando los vados, las piedras y los arenales. Esta parte resulta emocionante, precisamente por esas maniobras. A ratos uno piensa que podemos caer al agua con todo y equipo.
El río Ixcán tiene un tono azul, que se modifica según las profundidades y la arboleda que lo circunda. La cámara fotográfica no se detiene en un casi permanente clickear, al accionar del flash.
Mientras el paseante escucha las historias que se tejen alrededor del río se puede apreciar lo imponente de la selva, de la Reserva Integral de la Biósfera Montes Azules, tan azules como las aguas del Ixcán donde viajamos.

De pronto asoman las aguas del río Jataté y las cosas cambian drásticamente, primero por el color de las aguas, luego por la profundidad de las mismas.
El Jataté arrastra elegantemente un bello color verde, que choca con el azul del Ixcán, y de entrada ambos resisten la embestida del otro, dejando coexistir ante la cámara los tonos de ambos afluentes, aunque luego se entregan uno al otro y se funden, dando a luz a un nuevo río, trascendiendo así su propia existencia.
El lugar se llama La Confluencia y el turista, por lo pronto, deja para más tarde la admiración del nuevo río, más bello, más imponente.
Mientras los guías ayudan al turista a bajar de la lancha, asoma ante los ojos un nuevo espectáculo: la Selva Lacandona, que lo mismo expone el verde de un río y el azul de otro que la oscuridad de la espesa arboleda de madera preciosa.
¿Por qué otra vez los dos colores?
El azul del cielo se ve tan lejos, apenas, tímidamente asoman sus tonos celestes, pues los árboles acá son muy frescos pero altos, como el cedro con sus 50 metros de altura, de ramas horizontales, testigo de tantas generaciones de plantas, personas y animales, con esos olores propios como escudo para evitar la presencia de gusanos y demás insectos que merodean en torno suyo.
También impiden la llegada de los rayos de sol las ramas de la ceiba, el árbol tropical de 60 metros de alto y 5 metros de diámetro o más, con sus largas espinas que igual intentan protegerlo.
Es el árbol nacional de Guatemala, pero poco le importa a la Ceiba sagrada de los mayas las divisiones territoriales y las creencias en torno suyo, le basta su monumental estatura, que parece sin fin, ubicándose en el centro del mundo y con sus raíces penetrando el suelo, mientras que las ramas más altas parecen sostener el cielo y juguetear con las nubes, rasgándolas.
La ceiba no es un árbol cualquiera, es más bien un tipo dominante que impacta a primera vista. Es uno de los árboles más altos, sobresaliendo con solvencia en la lucha constante de las plantas por alcanzar la luz solar y la cortina celeste. El turista, de hecho, se entrega a su en
canto particular con placer extraordinario, pues se trata de un árbol mágico a la mirada, al olfato, al tacto, con sus flores grandes, de pétalos aterciopelados, perfumadas, amarillas o doradas que brotan de diciembre a marzo.


También resulta interesante atestiguar el algodoncillo que desprende la ceiba desde las alturas y viajan por los aires dispersando las semillas de suelo guatemalteco al mexicano o viceversa.
Al costado de sus grandes tallos se observan pegadas y coquetas las bromelias, convertidas en pequeños estanques de agua.
Las orquídeas aparecen también junto al guarumbo trepando suavemente, sobre otros árboles altos o sobre las rocas, siempre buscando la luz del cielo.
El turista observa con asombro las lianas que se convierten ante sus ojos en rutas de acceso de las ardillas, en tour de las iguanas o saraguatos, ahí donde prenden sus garras y pico los pericos y las fieles guacamayas.
Y hablando de animales el paseante que llega con suerte puede apreciar al felino más grande de América: el jaguar, e inclusive tomarle fotos mientras va corriendo tras un tapir, un caimán y otros animales no tan grandes para cazarlos.
Este portentoso animal caza durante las horas del amanecer y del atardecer, y es muy activo durante la noche, y lo mismo acude a la orillas del río Lacantún con sus tonos de amarillo rojizo, por lo que para tener la oportunidad de admirarlo se debe permanecer en el lugar durante varias horas.
El jaguar sabe bien que para cazar al tapir con su largo hocico que le sirve a éste para arrancar raíces, hojas, agua, hierbas y plantas debe frecuentar la vera del río, donde el de tromba tubular encuentra la mayor parte de su comida, confiado en que puede defenderse corriendo a toda velocidad entre el follaje, tendiendo trampas para que su depredador más desconsiderado se golpee con las ramas que va separando él con su cabeza.
Mucho más difícil es hallar al oso colmenero, por sus costumbres nocturnas y porque casi siempre se esconde debajo de la tierra, metido en las cuevas hechas por otros animales o en cavidades dentro de los grandes troncos.
Con suerte, sin embargo, alguna vez podría encontrarlo durmiendo en ramas de árboles, agarrado fuertemente con las garras y su fuerte cola prensil. Lo ideal sería encontrarle y fotografiarle accionando su larga lengua embadurnada de ese líquido pegajoso con el que captura fácilmente comejenes, hormigas o termitas.
La ruta para llegar…
Para quienes viven en el extranjero deben llegar a la Ciudad de México y de ahí volar hacia la capital de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, desde donde pueden tomar alguna de las rutas terrestres hacia Comitán de Domínguez.
Ya en esta ciudad el turista debe continuar por la carretera Panamericana hasta La Trinitaria y posteriormente por la Fronteriza del Sur, pasando el Parque Nacional Lagunas de Montebello. Si tiene el cuidado de poner el marcador de kilometraje en ceros desde Comitán debe hacer un alto en el kilómetro 145, donde encontrará el anuncio de la llegada a Estación Ixcán.
Para mayor tranquilidad del conductor, éste debe saber que en el trayecto pasará por el Parque Nacional Lagunas de Montebello, admirará en el camino, a diestra y siniestra, una gran variedad de bellos lagos de colores, y comunidades como Amparo Agua Tinta, Nuevo San Juan Chamula, Nuevo Huixtán, el desvio al paradisiaco centro ecoturístico Causas Verdes Las Nubes, el puente Santo Domingo del Embarcadero Jerusalem, y la cabecera municipal de Maravilla Tenejapa, desde donde debe contar 25 kilómetros para llegar al ejido Ixcán, un lugar enclavado en la zona selvática de Ocosingo, donde se disfruta de un clima cálido húmedo.
A esta altura se localiza un desvío de terracería de menos de un km para llegar al ejido Ixcán, donde se toma una lancha en un recorrido de 15 minutos que conduce a las instalaciones de la estación, donde hoy están sin funcionar dos hoteles con un concepto muy original que las autoridades estatales no han querido remodelar.
El primero y más grande es de tres niveles, de una estructura metálica con madera de la región; las recámaras (hoy vacías) tienen todas una hermosa vista al espeso bosque y algunas también al río Lacantún.
Contacto con la naturaleza…
El contacto con la naturaleza lo permiten los ventanales hechos de una tela metálica o mosquitero que permite disfrutar del aire fresco de la noche y escuchar el trinar de las chachalacas, la más "escandalosa" de todas las aves, sobre todo en la época de apareamiento cuando aumenta su algarabía, aún más notables durante la época de anidación, tanto de día como al oscurecer, lo mismo en verano como en invierno.


A estas aves las podemos ver en plena faena construyendo con hojarasca sus nidos en árboles espesos, aunque anidan a veces en el suelo. Cinco o seis parejas reciben a los visitantes con alboroto sin igual, quizá avisando de la peligrosa presencia del mayor depredador del mundo animal y vegetal.
También se puede escuchar a los saraguatos, los cuales al amanecer, junto con el nacimiento del Sol, emiten resonantes, estremecedores gritos para anunciar a la selva y sus moradores que empieza un nuevo día. Así se inicia la jornada cotidiana de los monos aulladores, singular especie que debe su nombre al fuerte gruñido de los machos y al grito -semejante al ladrido de un perro "bull terrier"- de las hembras.


Los machos adultos, jefes de la tribu, imponen su autoridad sin agresión y dirigen el concierto de aullidos, que empieza casi con susurros y termina en un auténtico estruendo, como en un aquelarre selvático. El resto de la manada imita el tono de los gritos del líder y sigue exactamente la ruta trazada por éste.
También puede verse y escucharse el alboroto, desde estas frescas recámaras, de las fieles guacamayas, con su pico grueso y fuerte, apto para romper las superficies más duras, además de utilizarlo como tercera pata para trepar en las lianas o árboles frutales. Estas aves pueden permanecer suspendidas de una rama cogidas solo de su pico durante un minuto o más tiempo. Las guacamayas en este lugar establecen su hogar sobre árboles más altos, preferiblemente los más viejos, en los cuales les resulta fácil hacer una cavidad en el tronco enjuto.
Por ahora, ciertamente, las recámaras de los hoteles no están siendo utilizadas, pero siguen siendo opción para quienes anhelen el contacto vivo con la naturaleza, para esperar pacientemente el vuelo al río del águila pescadora, que se deja caer en fuerte picada para atrapar a los peces; o por lo menos escuchar su silbido melodioso y agudo: chiu chiu chiu mientras viaja de las ramas más altas de los cedros o ceibas.
De todos modos no es despreciable escuchar a los loros, pericos, urracas, carpinteros o ver pasar a la aguililla blanca, al gavilán, a un tucán real y al tucancillo, al faisán, algunas parvadas de pavas, perdices, chocotas, peas y otras más.
Nuestros guías en esta ocasión nos acompañaron por un corto recorrido en parte de la selva lacandona, pero quisimos admirar la jungla desde la vera del río, donde Don Oscar Morales Álvarez, el Presidente de la Sociedad Turística Sac Balán, nos dijo que si queríamos podíamos pescar con anzuelo, tarraya o trasmallo, pues hay abundantes peces como el robalo, huauchinando, lisetas, mojarras, bobos, carpas, macabies, pejelagartos, piguas, camarones, cangrejos.
El experto lanchero, Ricardo Ramírez Mazariegos, también secretario de la sociedad, y Don Constancio Escobar Meneses, nos hablaron de tortugas gigantes que miden hasta 70 centímetros de largo por 40 de ancho y llegan a alcanzar un peso de 40 kilos, pero no encontramos ninguna para fotografiar.
Lo que sí encontramos cuando ya regresábamos del Remolino de los Muertos fue un enorme cocodrilo, descansando sobre una laja, pero no quiso dejarse fotografiar, prefirió zambullirse a las aguas y mirarnos desde ahí mientras nos alejábamos, tristes de no haber conseguido su confianza.


Actividades a realizar...
En este pulmón del mundo es difícil resistir a la invitación que las frescas aguas nos hacen para practicar la natación, luego de los paseos en lancha, la práctica del senderismo, la observación de flora y fauna, y por la tarde noche el campismo.
También se puede pescar con anzuelo, con tarrayas, con trasmallos, aunque está prohibido utilizar el arpón.
Eso sí, es pertinente llevar ropa y calzado apropiado para las caminatas, llevar una lap top para vaciar varias veces la cámara digital fotográfica, así como también repelente de insectos y equipo necesario si se desea acampar, al lado de las vainillas silvestre y enredaderas, con la posibilidad de apreciar el paso de especies de tejones, oselotes, monoaraña, venados, tuzas, iguana, garrobos u otros.
No hay por qué temerle a la nauyaca u otras culebras como la boa, cantil, coralillo, bejuquillo, chichicúa, ratonera y 50 especies más, porque ellas no se llevan con nosotros, saben que no hay peor depredador en el mundo que el hombre y generalmente deciden alejarse.
Si el turista así lo desea también puede irse río abajo durante varias horas, y llegar a las ruinas Loma Bonita, en plena biosfera de los Montes Azules e inclusive llegar al Centro Ecoturístico Las Guacamayas, donde podrá admirar al Ara macao.

Río Lagartero, un regalo al viajero

lunes, 7 de enero de 2008




El Río Lagartero es un atractivo turístico de Chiapas.

Predomina en él un color verde, tan amable a la vista, a la piel, a los sentidos todos.

Al llegar ahí nos recibe el verde de la arboleda, como un regalo divino al viajero.

Los árboles parecen haber recibido el encargo de darle al paseante la bienvenida, y lo cobijan con su sombra, lo resguardan y protegen.

Hay tantos de ellos a los largo de tres kilómetros de ribera.

Son altos, frondosos, apuestos.

Se yerguen orgullosos 70 metros hacia el cielo, y desde arriba abanican con sus hojas, sus ramas y su devoción al turista, quien se deja querer y recibe la caricia del viento en el pecho, en el rostro y los pulmones.

Sabe el paseante que ha llegado a un lugar especial, distinto, bello.

No obstante que tiene ya a la vista al río, llamado lagartero porque un día tuvo ahí a muchos lagartos, hace ya mucho tiempo, el visitante acepta gustoso el regalo del árbol, de generosa sombra, de juguetonas ramas cuyo viento lo mismo le enredan el cabello a un hombre, que levantan la falda de una dama, haciendo aún más bello el escote.

Dan ganas de sentarse ahí, acostarse largo rato, reposar el alma buen tiempo, soñar dormido o despierto.

El poeta puede sacar la pluma y la libreta, mágicas, para crear y recrear ahí las más dulces inspiraciones, o reposar el alma, colocarla suavemente sobre las hojas acolchonadas o la tierra húmeda, fresca, como aquella tierra deliciosa que jugábamos de chamacos cuando la mamá no nos miraba o el papá no estaba para el regaño. Lástima que no nos dejaran jugar más con esa tierra húmeda que convertíamos en lodo o barro para nuestras inspiradas construcciones arquitectónicas que a poco se desvanecían con las obligaciones o tareas.

Pero hoy es distinto aquí, en El Lagartero, a donde vinimos para vivir la vida de nuevo, o para dormir un rato la siesta que apenas el lunes y el martes era imposible en ningún lado.


Hoy estos árboles son nuestros cómplices, es el papá generoso y consentidor, o la rama convertida en amorosa madre, alcahueta y tierna.

El Río Lagartero sigue ahí, sin embargo; apacible a ratos, vigoroso en otros tramos, imponente y retador más adelante.

Es un río que es muchos ríos a la vez, porque toma distintas formas, asume diversos tonos de verde según la profundidad y los árboles que le refuercen en su empeño por convertir en realidad la promesa divina: el paraíso de Adán y Eva.

Es imposible sustraerse a la tentación de sumergirse, toda o todo. No hay razones o motivos para reprimir el deseo de zambullirse, de levantar el agua hasta las ramas que siguen ahí, persiguiéndonos con sus cigarras y chicharras, tan alegres y divinas con su trémulo canto, al menos en abril: el mes del pájaro feroz o de los duendes en añejo, como cantan en Cuba.

La Ruta para llegar…

Se encuentra ubicado en Chiapas, México.

Llegando a la capital, Tuxtla Gutiérrez, se debe tomar la Carretera Panamericana a Comitán y, luego, al municipio de La Trinitaria.

Es en este último municipio donde se encuentra ubicado el ejido Unión Lagartero.

Pero la travesía continúa de la cabecera municipal hacia el municipio de Frontera Comalapa.

A la mitad del camino, justo al llegar al Puente de San Gregorio Chamic, se encuentra un entronque que conduce a los Lagos de Colón, también del municipio de La Trinitaria.

Hay que tomar esa vía, totalmente pavimentada, y a unos 8 kilómetros, se encuentra un anuncio panorámico que anuncia la belleza turística Unión Lagartero.


A la vista aparecen mojarras, macabines y sardinas; el bagre es mucho más discreto y los cangrejos de plano ni se asoman, hay que esperar a la noche para sacarlos utilizando como carnada una varita con tripas de pollo, pero para la señora es fácilmente alcanzable un montón de caracoles para preparar ahí mismo un buen “caldo de chuti”, mientras el esposo instala la casa de campaña.

Tienen prohibido la caza, pero la pesca es permitida con anzuelo, y las actividades de reforestación son sistemáticas en este ejido.

La charla termina en la Isla el Sabino, con la recomendación del anfitrión de no hacer fuego cerca de los árboles, y la promesa de que para la próxima visita contarán con asadores de carne, andadores a lo largo de 4 kilómetros de río, juegos infantiles y cancha de básquetbol.


Los Servicios con que cuenta…

José Guadalupe Jiménez Cruz, el Presidente del Comisariado Ejidal, relata que este centro turístico fue inagurado el año 2004, cuando Luis Darinel Alvarado Villatoro era el alcalde.

En su administración recibieron la construcción de 24 palapas unifamiliares, un restauran, sanitarios, y el sistema de alumbrado, con lo cual abrieron al público el paradisíaco balneario natural, contando además con el servicio de venta o renta de chalecos salvavidas.

Aprendiendo a cuidar las áreas naturales

En este proyecto ecoturístico colaboran los 28 ejidatarios que integran el ejido Unión Lagartero, todos participan en los trabajos, colaborando en actividades de limpieza, mantenimiento de las instalaciones y atención al público.

Ellos han aprendido a cuidar sus recursos naturales, por lo que tienen delimitadas las áreas protegidas para mantener el atractivo.

Defienden un proyecto y un concepto, porque inclusive si el río se ensucia en tiempo de lluvia, ellos sólo reciben visitas los sábados y domingos, nada más para disfrutar las áreas naturales boscosas.

“La temporada para disfrutar del río y bañarse es a partir de diciembre hasta el mes de junio”, dice José Guadalupe.

En medio de las cuatro hectáreas de espesa arboleda, entre amates, jushtes, sabinos, tempishtles, llorasangres y guajiles, con testigos bulliciosas como las chicharras o silenciosas como las ardillas, iguanas, el armadillo o mapache, el hombre relata:

“El río tiene dos afluentes: una parte proviene de Lagunas de Colón, otra de las montañas de Rodulfo Figueroa, por lo que considero que el río es auténticamente mexicano, con hermosas playas, chiflones y remansos a lo largo de dos kilómetros, en su parte más ancha mide 20 metros y la parte más profunda tiene 5 metros de hondo, pero la mayor parte son aguas bajas”.

Las Guacamayas, Centro Vacacional y Pulmón del Mundo

jueves, 3 de enero de 2008

Marqués de Comillas, Chiapas.- “Las Guacamayas” es un centro vacacional de contacto directo con la naturaleza, ubicado en la Selva Lacandona, en el municipio de Marqués de Comillas, a 220 kilómetros de Comitán por la carretera Fronteriza del Sur y a 240 km de Palenque.

Se ubica en la localidad Reforma Agraria, en la ribera del río Lacan-Tun, línea limítrofe de la reserva de la biósfera Montes Azules, y toma su nombre del Ara macao, la guacamaya roja que encuentra en el lugar, por la exuberante vegetación y el caudaloso río, el lugar ideal para reproducirse.

En este lugar, además de poder conocer de cerca la fauna silvestre en las mil 200 hectáreas de selva, el paseante tiene la alternativa de realizar paseos acuáticos observando la unión de dos ríos cuyas corrientes no se mezclan y conservan su coloración original: verde esmeralda uno y azul intenso el otro, además de realizar caminatas al interior de la jungla, paseos a caballo, practicar el senderismo y campig y, particularmente, descubrir la vida de la guacamaya roja, con más de 100 parejas a la vista del visitante.

Es, para la Sociedad Cooperativa Ara Macao, el centro de su atención y, prácticamente, su proyecto de vida.

De su preservación depende no sólo su supervivencia, sino el mantenimiento del equilibrio ecológico en el mundo José Hernández Lara, socio de la sociedad Ara Macao, recuerda que en el año de 1990 había sólo unos 10 pares de la guacamaya roja, sobrevolando en la zona lacandona, a pesar de la decisión del grupo de no atacarla por ningún motivo.

“De pronto nos dimos cuenta: si nadie las caza, si no las vendemos, si no las comemos, ¿entonces qué está pasando? ¿Por qué están desapareciendo? ¿Por qué se está acabando?

Así nació la idea de rescatar la guacamaya. Empezaron a checar los nidos, a estudiar al animal.

“Un grupo de 8 personas hicieron un proyecto para la protección de la guacamaya, fueron apoyados con un recurso, con lo cual se empezó la investigación de esta ave exótica, incluyendo el mantenimiento de una Ara macao en cautiverio, para su estudio”.

Esta es, dice Don José, la única comunidad en todo México en donde las personas pueden ver a la guacamaya volar, comer, empollar, dormir, porque, precisa, “si bien hay algo similar en Cancún, se trata de una guacamaya amaestrada; la nuestra aquí vive, se reproduce y le da vida a la Selva Lacandona y a Chiapas”.

Nuestro guía explica, entonces, cómo se reproduce el Ara macao: “La guacamaya se reproduce aquí, en los hoyos de los árboles con un diámetro de unos 30 centímetros, entra ahí en el mes de diciembre para depositar sus dos o tres huevos, y seis meses después los hijos salen ya a la vida externa, pueden ser tres, dos, uno, realmente no es muy rápida su reproducción”.

Agrega que la guacamaya roja, una vez que deposita sus huevos en el nido ya nunca más abandona el lugar, hasta que a los hijos le salen alas y son capaces de emprender el vuelo, solos, para conquistar la jungla y cautivar al mundo con su colorido.

La guacamaya requiere de alrededor de 40 días para romper el cascarón y nacer, pero ni durante esos días ni en los próximos 6 meses los padres abandonan el nido. “Si el macho sale a alimentarse queda la hembra, o viceversa, rara vez queda el nido solo, pero tampoco se alejan demasiado. Hemos visto que los dos están dentro del hoyo, siempre en pareja, siempre en familia”.

Y expresa contundente: “La guacamaya elige pareja para toda la vida, aunque no firme papeles; en ellas no existe el divorcio: a los ocho o diez años de vida, cuando alcanzan la mayoría de edad, deciden con quién hacer su vida y ahí siguen, en las buenas y en las malas, sorteando los peligros, sorprendiendo al enemigo, alimentando juntos a los polluelos, cuidándolos, hasta que éstos son capaces de valerse por sí mismos, cuando en las primeras aguas de mayo, presionados por las lluvias, emprenden el vuelo, aunque los polluelos siempre quieren estar otro rato con mamá y papá”.

Pero las cosas no son tan simples, mucho menos la vida de la guacamaya, casi tan longeva como la del hombre, aunque, a diferencia de éste, carece de dimorfismo sexual: no se distingue el macho de la hembra.

“A los 6 meses tienen ya el tamaño promedio del adulto, de pequeños son como los pollos, con un algodoncito amarillo, apenas pasando un mes se les ve pelones, posteriormente van cobrando el plumaje firme y multicolor”.

Y lo describe así a la guacamaya roja:

“Es roja escarlata en la cabeza, cuerpo, cola y parte superior de las alas; mide entre 70 y 90 centímetros de largo; en las plumas de la base de la cola y del extremo y base de las alas es azul; tiene una franja amarilla transversal en medio de las alas”

Y agrega:

“Su garra es muy fuerte, su pico es capaz de quebrar el hueso del nanche o del corozo, es muy fuerte, lo tiene de color marfil en la parte superior y negro en la inferior”.

La guacamaya en cautiverio, aunque majestuosa a la vista, no se reproduce, a un cuando logre sobrevivir, pero, en libertad, no es celosa, acepta la intervención de la mano del hombre para limpiar su nido, o, si se diera el caso, para alimentar a los polluelos.

Apoyos que requiere la sociedad ARA MACAO

Actualmente para los socios de Ara Macao este santuario requiere de apoyos e inversiones para poder operar con los nidos de las guacamayas, pues les implica subir a las partes altas de los árboles, donde la exótica ave tiene su nido y empolla.

Requieren de cinturones de seguridad especiales, además de espuelas para apoyarse al estar arriba, lazos adecuados, garruchas, todo para seguir protegiendo los nidos, limpiándolos de las heces de otras aves.

Estas personas, protectoras de la guacamaya, han aprendido a interactuar con ellas, sin dañarlas.

Han ideado la construcción de nidos artificiales, con diversos materiales, ya utilizados por el Ara macao para empollar.

Hoy la atención y cuidado de un nido, natural o artificial, requiere de un promedio de 14 personas, pues entre 6 hombres suben a una persona 30, 35 o más metros, y normalmente se requieren de dos hombres haciendo las labores de limpieza en las alturas, sobre los troncos. Los que suben van encostalados, acondicionados al estilo de una andadera de bebé.

Cuando mejore su utilería y equipos de trabajo podrán ofrecer al visitante, nacional o internacional, la opción de subir a ver a las guacamayas cuando aún son polluelos amarillos o pelones por pelechar, según las edades de las pequeñas aves.

El equilibrio ECOLÓGICO

La protección de la guacamaya ha traído importantes beneficios no sólo al grupo que generó este concepto ecoturístico, sino a favor del equilibrio ecológico en el lugar, para la defensa de ese pulmón de la humanidad.

El turismo nacional e internacional está aprendiendo que cuidar los bosques, las montañas, las selvas y la fauna de su interior es tarea indispensable para la supervivencia del hombre.

Ahora ya los vecinos de la comunidad, no precisamente socios de Ara Macao, van teniendo otras ideas, dejan que el ave exótica llegue a su traspatio a comer de las frutas, sin hacerle daño.

“Porque antes lo primero que hacían era sacar el rifle y matarlos, ahora saben que esto nos ha traído un poco de beneficio a todos, los de aquí, los de allá, los que viven muy lejos de aquí, todos reciben el impacto de la naturaleza protegida, de una ecología con equilibrio”.

Una demostración espontánea

Mientras el guía nos platica todo esto dos ejemplares arriban al árbol que nos protege con su fresca sombra del calor tropical del lugar.

Como para hacer una demostración, las aves arriban volando con todo el esplendor de su colorido y se posan en una rama del árbol, luego en otra y así, sucesivamente, hasta aproximarse al hoyo donde tienen sus polluelos.

Enseñan que sus garras son potentes y caminan de un lado a otro del árbol, rodeándolo.

Luego una, quizá la hembra, no se sabe muy bien, decide acercarse al agujero donde están las “guacamayitas”. Ya estando ahí voltea a vernos y, finalmente, penetra al nido.

La otra, quizá el macho, no se puede saber con certeza, sigue los pasos a la primera, haciendo casi exactamente el mismo recorrido, no sin antes dejar de posar para la cámara, y decide ingresar al agujero para fortalecer a su eterna compañera, la que eligió para hacer su familia, para reproducir la bella especie, aún en peligro de extinción.

EL HOMBRE, PRINCIPAL ENEMIGO DE LA GUACAMAYA ROJA

Pero, aún así, la guacamaya está en peligro. Diversas amenazas pesan sobre la exótica ave que imita diversos sonidos y cautiva con su tamaño y color.

El gavilán y la urraca son algunos de ellos, así como el mapache, el tlacuache y la serpiente, según la altura de los árboles. Estos animales penetran a los nidos y se comen los huevos o los polluelos. También resultan peligrosas las abejas africanizadas, porque llegan directo a los nidos, se meten y le pueden dar muerte a la familia completa.

“Pero el animal más nefasto y que la está poniendo en peligro de extinción es el hombre, él es su principal enemigo. Hay saqueadores, están los compradores, nos decía un visitante que en Monterrey vale 40 mil pesos una guacamaya, ya con la documentación de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), que dizque son creados en cautiverio, pero eso no es real, las llevan desde Chiapas, porque el Ara macao no se reproduce sino sólo en libertad”.

También, por supuesto, la actividad del hombre con la destrucción masiva del hábitat de la guacamaya roja, eliminando sus nidos y áreas de alimentación, pero sin duda lo más nocivo es que haya quien pretenda hacer negocio con el tráfico ilegal de esta ave, inclusive ofreciéndola a través de alguna página de la Internet.



RECORRIDO EN LANCHA para llegar a LAS PALMAS (Municipio de Acapetagua) -1_2-