Las Guacamayas


Milagrosa Cueva del Rayo, en Socoltenango

lunes, 17 de diciembre de 2007




Socoltenango, Chiapas.- En Tzinil, municipio de Socoltenango, está la Cueva del Rayo, hasta donde los pobladores de la región de Copanahuastla acuden a rezar cada vez que los sembradíos corren el riesgo de perderse ante la ausencia de lluvias.

Con rezos y cánticos, frente a una roca hecha a base de sedimentos, cargados de fe imploran a quien consideran el milagroso San Miguel, para que haga llover y no se pierdan las cosechas de maíz, frijol, caña, entre otros.

Frente al Santo de piedra tienen colocada una cruz y veladoras, y ahí se acomodan, después de una romería que inicia, a pie, desde la cabecera municipal de Socoltenango, para implorar el arribo inmediato de nubes cargadas de lluvia.

Son alrededor de 50 personas que llegan en procesión, quienes primero pasan a la ermita de Tzinil a rezar, para esperar la llegada de más seguidores.

El rezo es encabezado por mujeres, quienes hacen el recorrido de 12 kilómetros a pie, primero de Socoltenango a Tzinil, en camino de terracería no mayor a 8 kilómetros, y luego de las oraciones en la ermita hacen otros cuatro kilómetros, caminando al principio en brechas donde ya no pasan vehículos, y posteriormente cruzando cercas y alambrados de al menos diez ejidatarios, cuyos terrenos están dedicados al cultivo de maíz, frijol o ganado.

En algunos casos no se observan caminos de ningún tipo, sólo matorrales, y lejos, una arboleda de selva baja que vale la pena reforzar para aumentar la belleza del lugar.

Después de los rezos la gente regresa a las comunidades, a esperar junto a la familia, la lluvia, que generalmente, dicen ellos, cae al día siguiente.

Lo cierto es que la Cueva del Rayo es una majestuosa caverna con múltiples ramales, con cientos, quizá miles de escondrijos de distintas profundidades y longitudes.

La entrada se parece a los pilares de la iglesia de Venustiano Carranza y en algún lado, no se sabe dónde, aparece un letrero que debe de decir "Vita Rayo", pero que el guía ni el reportero encuentra por ninguna parte, aunque bien puede tratarse de algún complejo de estalactitas o estalagmitas caprichosas, de las miles que existen en estas grutas encantadoras.

También puede tratarse de una más de las decenas de leyendas que se escuchan en torno a estas grutas que en algunas partes de la Cueva del Rayo, la principal, alcanza unos 2

0 metros de alto, de ancho uno 40 metros y de largo unos 400, aunque para los más curiosos y avezados la distancia puede ser mayor, aunque ya transitarla resulta más complicado, debido a que se va reduciendo la altura y lo ancho.

Otra leyenda contada mil y una veces es que de esta serie de laberintos que integran esta gruta nada se puede sacar, o al menos no se debe, porque a toda persona que se arriesgue el dueño de la cueva, el rayo o el chamuco, lo hace volver sobre sus pasos, para regresar lo que se llevó.

"No sirve sacar nada de la cueva, porque la gente ya no puede estar tranquila en su casa, hasta regresar a este lugar y depositar aquello que se llevó, sea una estalagmita, estalactita, un tepalcate o una obsidiana, de lo cual abunda mucho aquí", explica René Consta

ntino Burguete, nuestro guía y compadre.

Él mismo relata que los pobladores de Tzinil y de Socoltenango cuentan que algunas personas han visto que de la cueva donde reposa San Miguel petrificado sale humo, explicándose el fenómeno porque precisamente se trata de la Cueva del Rayo.

Otra historia increíble es que en una de tantas simas de las muchas que existen en esta zona cavernosa existe una fosa en cuyo fondo aparece un enorme túnel que comunica a lugares desconocidos, pero que a la fecha no es localizable.

Otras historias que van de boca en boca, mucho menos surrealista, es que estas cavernas, en especial la enorme Cueva del Rayo, sirvieron de escondite en la época de la guerra de independencia y revolución mexicana, para proteger a la familia, motivo por el cual aparecen restos de ollas por doquier.

La comitiva expedicionaria…

De nuestros acompañantes, Don Rodolfo Said Gordillo Nájera, decidió no hace

r la caminata o media romería que los demás hicimos, porque a sus casi 90 años calculó que era más prudente conocer el pueblito de Tzinil, con sus chipokchis de intenso amarillo y algunas que otras pascuas, así como las casas de bajareque, adobe y láminas, y algunas de material más consistente, cuyos habitantes, más de mil, producen maíz, frijol, calabaza, café, ganado, entre otros.

Mientras, René Constantino, Carlos Argueta Álvarez, Mario Méndez Robles, Carlos Méndez López y este reportero nos fuimos a espantar los venados, conejos, tlacuaches, zorrillos, armadillos, debajo de los árboles de roble, taray, pajulul, quebrache, cedro, guanacaste, de cuyas ramas no vimos muchas palomas patojonas, culactés, pero sí murciélagos, a uno de los cuales el oportuno Eliseo Cruz Mejía le tomó una foto.

Todo lo demás parece mágico. Las escenas surrealistas que aparecen a la vista avivan la imaginación, y le hacen ver al visitante las figuras de fantasmas que aparecen como vigías que no duermen, justo a la entrada, o pasteles con chantilly derritiéndose por el cálido clima; amén de coloridas cuevas con tonos diversos de rojo, amarillo, verde, azul o café; y, claro, la figura del Sagrado San Miguel a quien en el mes de mayo se le rinde pleitesía para que traiga la lluvia.

Nuestros guías nos dijeron que entre otros animales en este lugar se encuentran culebras ratoneras, corales, cascabeles, entre otras, pero no hallamos ninguna, en ningún lado. Lo que sí nos mostraron fueron las laberínticas cuevas, en algunos de cuyos tramos encontramos alturas de 30 ó 20 metros, luego diez, cinco, tres, uno, e inclusive largas cuevas donde hay que pasar caminando de "patito" o de plano arrastrándose.

Eso sí, nos dimos una comilona terrible que incluyó camarones al mojo de ajo, carnitas azadas de res, ensalada, tortillas recalentadas en la braza, salsa de tomate asado con chile, cebolla y cilantro, y las infaltables bebidas refrescantes, debajo de un alto árbol de cedro, donde Sari Cruz Mejía, su hija Deni Ángel Cruz, la comadre Yolanda Sosa Muñoz y sus hijas Briggit y Diana Joselín Constantino Sosa jugaron a la comidita, preparando los sagrados alimentos.

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RECORRIDO EN LANCHA para llegar a LAS PALMAS (Municipio de Acapetagua) -1_2-