Las Guacamayas


VELO DE NOVIA

domingo, 16 de septiembre de 2007



Socoltenango, Chiapas.- Una abrupta caída de agua de más de 70 metros es la maravilla natural conocida como “Velo de Novia”, ubicado en los linderos de dos municipios de Chiapas, México, en la región fronteriza.

Es el Río San Vicente que eligió un sendero con descensos espectaculares y, además, separar a los municipios chiapanecos de Tzimol y Socoltenango.

Esta vez el recorrido al Centro Ecoturístico “Cascada Velo de Novia”, se hizo en el lado que se encuentra en la colonia El Sabinal, municipio de Socoltenango, para seguir la aventura y la contemplación de los bellos paisajes de la geografía chiapaneca que, en este caso, inicia en el sitio conocido como “La Mesilla”.


Son, de hecho, seis verdes hectáreas de terreno al margen del río San Vicente y se ubica en el tramo carretero de Tuxtla Gutiérrez-Comitán, a 146 kilómetros, utilizando la vía de la Angostura; pero igual puede tomarse la autopista, por San Cristóbal, llegar a Comitán y, de aquí, recorrer escasos 34 kilómetros rumbo a Socoltenango o Tzimol.

Desde el principio del recorrido de 1.5 kilómetros aparecen los frondosos árboles; sus frescas sombras alcanzan gran altura, y están ahí, junto a otros, pequeños, jóvenes, retozones y traviesos; algunos, inclusive, osan cruzar con su ramaje al otro lado del San Vicente, como invitando al turista a hacer lo propio.

Siempre acompañados del trinar de las aves que está ahí en millones porque es su modo de vida, los chiflones comienzan a caer frente a los ojos, fuertes, ruidosos, con música de viento.
A los lados aparecen también varias palapas hechas de palma y madera, un restaurán con comidas regionales y aguas frescas.


Más adelante una cafetería y otras palapas hamaqueras, una pared de escalar y varias zonas propias para el descanso o para instalar alguna casa de campaña.


Avanzar no implica riesgo alguno, más bien es una caminata saludable sobre un camino ya bien elaborado.

Los andadores son amplios, seguros, a ratos el terreno es plano, pero las más de las veces es ascendente, como exigiendo mayor esfuerzo físico.

De repente, aparecen a la vista árboles que han caído por lo viejos, perdieron fuerzas y sucumbieron, e invitan a tomar con ellos el descanso.

La blanca espuma sigue su caminar perenne y contrasta con lo verde, a distintos tonos, de las hojas de la arboleda de tallos oscuros

Abunda el sabino, como aquel donde lloró un español en aquella noche triste luego de una merecida derrota.

Mientras uno descansa contempla una decoración perfecta, divina, y la belleza aumenta cuando el río San Vicente azota con toda la fuerza que genera la caída libre del agua por la fuerte pendiente.

Gran cantidad del agua azotada fieramente en el chiflón se levanta, desafiando las leyes de la gravedad y alejándose, tomando un camino rumbo al cielo.

Una nube parece levantarse del río convertido ahora en brisa que irriga a toda la flora y la fauna y a los visitantes.

No hay necesidad de bajar a exponerse a las frías y fuertes corrientes del San Vicente, porque la brisa llega al visitante, enjugándole el rostro.

Mientras, el azul cielo aparece en este tramo intenso y sereno, testigo fiel del bello espectáculo natural del agua azotándose sobre las rocas.
Así se avanza, poco a poco, pasando de un mirador a otro, respirando la brisa, saboreando la espuma.
De repente otros paseantes que decidieron aventurarse a cruzar frente al velo de novia surcan en el espacio frente a nosotros, utilizando la tirolesa.

Es una invitación a concluir la llegada al “Velo de Novia”, la abrupta caída de agua de 70 metros, que luego se asemeja más al vestido de ella o a la novia misma, donde la primavera se antoja eterna.


Aquí los rayos de Sol caen y se descomponen en trazos curvilíneos y de múltiples colores.

El paseante puede elegir entre tomarle una foto al arco multicolor o intentar separar las franjas para llevarse una a su jardín.


Cuando el rabo de una nube tapa al Sol la mirada vuelve al chorro de agua del Velo de Novia que pareciera caer del mismísimo cielo, sobre todo porque la nube blanca está ahí, en el punto exacto donde inicia la caída libre del gran chiflón.

Así, el velo pareciera caer del cielo cuya nube se desparrama y llega al San Vicente sin pasar por todos los procesos de enfriamiento y condensación.

La caminata, de hecho, termina aquí, aunque todos quisieran seguir en su admiración.
De hecho sólo en época vacacional los guías y responsables del área ponen un límite de tiempo para que los miles de paseantes tengan, todos, la misma oportunidad, en breves minutos, de admirar a la novia, su velo o vestido, como guste la imaginación.

De tal modo que si el visitante no osó surcar el aire frente a la novia y su velo, usando los hilos de la tirolesa, deberá iniciar la marcha de regreso, por los mismos andadores, ahora en descenso de escaso kilómetro y medio, mientras los más osados los esperarán allá abajo, con ganas de contarle las emociones vividas en su propio trayecto.

Otros, los más osados, quizá sin la anuencia de los vigilantes, osan tomar un sendero más complicado en camino ascendente, rodeando al cerro de 70 metros de donde surge el chorro de agua convertido en novia, o en velo, o en ambos.

La caminata aquí se torna más interesante.

Quizá pensando en el futuro los trabajadores de la Sociedad de Solidaridad Social “Cascada del Velo de Novia” han colocado lazos que permiten avanzar el empinado trayecto, poquito a poco, para ir acondicionando un nuevo mirador y nuevos andadores.

Es preciso tener mejor condición física para continuar por este camino, o bien avanzar algunos metros y en algunos recodos descansar unos minutos, mientras la respiración y el corazón agarran su ritmo normal.

El Velo de Novia o la novia va quedando atrás, aunque en algunos tramos se le ve más cercana, aunque la espesa arboleda no deja mirarla toda, pero sí escuchar su canción eterna.

Al llegar arriba, un poco exhausto, el paseante alcanza la recién bautizada como “Cascada La Corona”, la primera de arriba abajo.

Ahí parece convertirse en realidad la leyenda del encanto de una sirena que habita en este lugar.

Pero en realidad la sirena no te encanta, ni su canto, sino el murmullo del cielo con las golondrinas en miríadas decorando el velo, la corona o la novia, blanca toda, como espuma.

Aquí el chiflón y la peña juegan al eco.

Y si bien mirar la nueva caída de agua te arroba, dirigir el cuerpo y la mirada hacia abajo te espanta, razón por la cual el área ha sido ya delimitada.

Aquí el chiflón nos queda mucho más cercano; por eso al voltear hacia abajo la sensación es que el chorro inmenso se nos viene sobre la cabeza y espalda y que habrá de convertirnos en espuma o en nada.

Aquí la razón y la emoción chocan y se esfuma la noción del tiempo, y hasta los sentidos se pierden poco a poco hasta dejarnos sólo los que permiten el disfrute del espectáculo de la natural caída de agua.


Aquí las aves elevan su cántico a Dios y la brisa es eterna, surcando, bella, el límpido cielo.
Aquí un rabo de nube coquetea y te invita a seguir disfrutando, para siempre, el velo, el vestido, la novia o su corona, según la imaginación lo prefiera.

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RECORRIDO EN LANCHA para llegar a LAS PALMAS (Municipio de Acapetagua) -1_2-