Tzimol, Chiapas.- El domingo 6 de septiembre Chemingo Meneses Velasco y este reportero intentamos retomar el recorrido del Río San Vicente, ubicado en Tzimol, Chiapas.
Nada sofisticado, porque el kayack quizá no sea práctico, debido a lo accidentado del terreno donde escurre el afluente.
Hemos caminado sobre la ribera del San Vicente, en los tres intentos anteriores, abriéndonos paso en medio de la maleza, machete en mano, y sólo cruzábamos el río de un lado a otro cuando la propia naturaleza nos había impedido continuar de frente.
Pero Chemingo Meneses es persona responsable y creyó pertinente ejercitar la navegación con el “Relájate”, hasta dominar la técnica, antes de lanzarnos a la aventura.
Se lanzó sobre el inflable después de mucho dudarlo, por lo frío del agua, pero tuvo los arrestos suficientes.
Ya lanzado, echó el inflable de un lado a otro, cruzando el río de lado a lado, varias veces. Parecía un niño con juguete nuevo.
No avanzaba río abajo, mantenía el control del inflable a base de fuertes movimientos de brazos sobre el agua.
“No es seguro irse río abajo, el agua está lodosa, no sabemos qué hay abajo, qué profundidades, si hay rocas, raíces o piedras, no es prudente”, dijo el también líder social izquierdista, al tiempo de hacer el inflable hacia la izquierda, donde me encontraba. Por un instante echó la cabeza hacia atrás, como queriendo relajarse más.
En mi turno también dudé mucho tiempo antes de lanzarme al agua con el equipo, por lo frío del agua.
Pero ya dentro el cuerpo se adapta a esa temperatura; ese fue mi caso.
Pese a la oposición de Chemingo avancé río abajo, escasos siete metros. El ruido de varios chiflones se hacía cada vez más fuerte, pero los árboles de sabino dejaban caer su ramaje, generosos, como tendiendo una mano a quien tuviera problemas con la corriente. Algo de dónde asirse, para evitar desaguisados en las aguas turbulentas.
Pero, además, yo llevaba una vara de dos metros y medio, con la que monitoreaba lo hondo del río, y servía para poner freno al inflable, que más abajo agarraba vuelo.
El temor de Chemingo era que en el rápido del río se perdiera todo control y termináramos azotados contra las rocas.
Pero no, más abajo el nivel del agua baja, y puede el navegante ponerse de pie y sostenerse pese a la fuerza de la corriente.
Aún así decidimos no hacer el viaje, era suficiente con el ejercicio de ese fin de semana, pero concluimos que en el próximo intento habremos de iniciar la navegación desde muy temprano, llevar consigo un machete y algunos lazos, por cualquier cosa. Más vale.
Ese viaje podría hacerse tan pronto las aguas del Río San Vicente estén más claras, queribles, amables.
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