Las Guacamayas


Tzinil, preparándose para la llegada de turismo de aventura

miércoles, 19 de diciembre de 2007





La zona donde se ubica el ejido de Tzinil, municipio de Socoltenango, tiene atractivos turísticos, hasta ahora sin explotarse.

Se trata de una región cavernosa, con grutas y simas de belleza increíble, y vale la pena visitarla.

Nada como caminar en un ambiente natural, respirando aire limpio, rodeado de vegetación tropical, en un clima semicalido, en un paseo familiar, rompiendo la rutina cotidiana.

La gruta principal es la Cueva del Rayo, llena de laberintos en todos lados, pero ¿por qué desperdiciar la oportunidad de caminar en las otras grutas, de echar a andar la imaginación ante las distintas escenas que ofrecen las figuras caprichosas de piedra?

Cierto, hay que tomar algunas precauciones para no perderse al interior de las cavernas.

Quizá llevar una cuerda de varios metros de largo que puede ser útil para distintas necesidades, pero también para no tomar otro camino en el regreso. Porque ese es lo que puede pasar, e inclusive entrar en unas grutas y salir en otra, y desorientarse durante algún rato.

Luego, al salir, cabe muy bien hacer la fogata entre todos y prepararse unas carnitas o, si lo prefieren, un delicioso caldo de gallina que alguna vecina de Tzinil puede preparar en casa y llevarlo a una hora determinada.

Sin embargo el gobierno municipal y del estado deberán tomar otras precauciones, porque un lugar así suele ser visitado por aficionados a la espeleología o simples curiosos que pueden aprovechar la ocasión de los resos a San Miguel, el santo hecho de piedra que trae las lluvias cuando éstas se tardan, y meterse hasta las partes mas recónditas, corriendo riesgos innecesarios.

De otro modo un día de tantos se puede tener ahí la noticia de alguien atrapado por el desgajamiento derivado de algún ruido o movimiento brusco, o inclusive el acomodamiento de la corteza terrestre.

Especialistas en la materia deben acudir a estudiar todas y cada una de las grutas para determinar cuales representan algún peligro o riesgo.

También determinar hasta dónde el paseante pude llegar, restringiendo la entrada de aquellas partes que consideren pertinente.

En ocasión de nuestra visita a la Cueva del Rayo pudimos constatar que algunas partes de la cueva pueden sufrir desgajamientos, uno podía rascar con las uñas y observar cómo pequeñas rocas caían al piso con mucha facilidad.

En otras partes, enormes estalagmitas y estalactitas parecieran haber decidido acabar con el miedo de los visitantes, y se convirtieron en poderosas columnas que sostienen la caverna como tal, a prueba de movimientos telúricos. Pero más vale que sea un especialista quien lo diga.

Tzinil, con grandes necesidades, pero preparado para recibir al turista

Tzinil es un ejido donde la gente, alrededor de mil, vive como la mayoría de los chiapanecos: con grandes carencias.

La principal, por ahora, es el agua. No la tienen, mujeres y hombres tienen que recorrer largas distancias para ir a sacar agua de un pozo. Eso o morir.

Sin embargo, tratándose de gente honrada y trabajadora, además de emprendedora, seguramente en los próximos meses tendrán una respuesta favorable de su presidente municipal y de la Comisión Estatal de Agua y Saneamiento (CEAS), ante quienes solicitan la instalación del servicio.

Por ahora están prestos para apoyar al turista con sus caballos, para quien no quiera ir caminando hasta la zona de las grutas y simas del lugar. Una hora de ir a caballo es un lujo que no cualquier citadino se puede dar, hay que llegar a Chiapas, primero a la capital, Tuxtla Gutiérrez, luego a San Cristóbal, tomar la carretera a Comitán, luego a Tzimol y 15 minutos despúes se encuentra el entronque carretero a Socoltenango.

Si lo prefiere, puede ir a pie, con el apoyo de algún guía de la comunidad, de los cuales hay suficientes. Caminar es buen deporte, y hacerlo en el campo lo es mucho más, porque el aire está limpio de contaminantes.

De la misma manera, puede solicitar en el poblado que le preparen un caldo de gallina de rancho y que se lo lleven hasta las grutas, con tortillas hechas a mano, o bien regresar a comer en la casa donde contrató el servicio.

Retos para el ayuntamiento...

Al ayuntamiento de Socoltenango le corresponderá elaborar el proyecto de turismo alternativo, y gestionar ante la Secretaría de Turismo del Estado la inversión de importantes recursos para facilitarle el acceso al turista nacional e internacional.

Primero será la pavimentación de la carretera de la cabecera municipal de Socoltenango a Tzinil.

Luego, construir un camino o brecha para llegar en mejores condiciones, y sin tener que pasar alambradas de los terrenos ejidales.

Una acción más será la delimitación de las hectáreas que sean necesarias, justo ahí donde se encuentran las grutas, cuevas y simas, que los hay en gran cantidad.

Ya en las grutas y simas la Secretaría de Turismo deberá llevar especialistas que delimiten las áreas que no representen peligro alguno para las o los paseantes.

Aún más, deberán construir andadores, alrededor de las grutas y dentro de éstas, para que puedan apreciarlas niños, adultos mayores y por supuesto la juventud, caminando con comodidad y seguridad.

Por supuesto deberá construirse cerca de las grutas algún comedor, donde el visitante pueda solicitar alimentos y bebidas refrescantes, además de lámparas de mano, lazos y hamacas para el descanso.

Milagrosa Cueva del Rayo, en Socoltenango

lunes, 17 de diciembre de 2007




Socoltenango, Chiapas.- En Tzinil, municipio de Socoltenango, está la Cueva del Rayo, hasta donde los pobladores de la región de Copanahuastla acuden a rezar cada vez que los sembradíos corren el riesgo de perderse ante la ausencia de lluvias.

Con rezos y cánticos, frente a una roca hecha a base de sedimentos, cargados de fe imploran a quien consideran el milagroso San Miguel, para que haga llover y no se pierdan las cosechas de maíz, frijol, caña, entre otros.

Frente al Santo de piedra tienen colocada una cruz y veladoras, y ahí se acomodan, después de una romería que inicia, a pie, desde la cabecera municipal de Socoltenango, para implorar el arribo inmediato de nubes cargadas de lluvia.

Son alrededor de 50 personas que llegan en procesión, quienes primero pasan a la ermita de Tzinil a rezar, para esperar la llegada de más seguidores.

El rezo es encabezado por mujeres, quienes hacen el recorrido de 12 kilómetros a pie, primero de Socoltenango a Tzinil, en camino de terracería no mayor a 8 kilómetros, y luego de las oraciones en la ermita hacen otros cuatro kilómetros, caminando al principio en brechas donde ya no pasan vehículos, y posteriormente cruzando cercas y alambrados de al menos diez ejidatarios, cuyos terrenos están dedicados al cultivo de maíz, frijol o ganado.

En algunos casos no se observan caminos de ningún tipo, sólo matorrales, y lejos, una arboleda de selva baja que vale la pena reforzar para aumentar la belleza del lugar.

Después de los rezos la gente regresa a las comunidades, a esperar junto a la familia, la lluvia, que generalmente, dicen ellos, cae al día siguiente.

Lo cierto es que la Cueva del Rayo es una majestuosa caverna con múltiples ramales, con cientos, quizá miles de escondrijos de distintas profundidades y longitudes.

La entrada se parece a los pilares de la iglesia de Venustiano Carranza y en algún lado, no se sabe dónde, aparece un letrero que debe de decir "Vita Rayo", pero que el guía ni el reportero encuentra por ninguna parte, aunque bien puede tratarse de algún complejo de estalactitas o estalagmitas caprichosas, de las miles que existen en estas grutas encantadoras.

También puede tratarse de una más de las decenas de leyendas que se escuchan en torno a estas grutas que en algunas partes de la Cueva del Rayo, la principal, alcanza unos 2

0 metros de alto, de ancho uno 40 metros y de largo unos 400, aunque para los más curiosos y avezados la distancia puede ser mayor, aunque ya transitarla resulta más complicado, debido a que se va reduciendo la altura y lo ancho.

Otra leyenda contada mil y una veces es que de esta serie de laberintos que integran esta gruta nada se puede sacar, o al menos no se debe, porque a toda persona que se arriesgue el dueño de la cueva, el rayo o el chamuco, lo hace volver sobre sus pasos, para regresar lo que se llevó.

"No sirve sacar nada de la cueva, porque la gente ya no puede estar tranquila en su casa, hasta regresar a este lugar y depositar aquello que se llevó, sea una estalagmita, estalactita, un tepalcate o una obsidiana, de lo cual abunda mucho aquí", explica René Consta

ntino Burguete, nuestro guía y compadre.

Él mismo relata que los pobladores de Tzinil y de Socoltenango cuentan que algunas personas han visto que de la cueva donde reposa San Miguel petrificado sale humo, explicándose el fenómeno porque precisamente se trata de la Cueva del Rayo.

Otra historia increíble es que en una de tantas simas de las muchas que existen en esta zona cavernosa existe una fosa en cuyo fondo aparece un enorme túnel que comunica a lugares desconocidos, pero que a la fecha no es localizable.

Otras historias que van de boca en boca, mucho menos surrealista, es que estas cavernas, en especial la enorme Cueva del Rayo, sirvieron de escondite en la época de la guerra de independencia y revolución mexicana, para proteger a la familia, motivo por el cual aparecen restos de ollas por doquier.

La comitiva expedicionaria…

De nuestros acompañantes, Don Rodolfo Said Gordillo Nájera, decidió no hace

r la caminata o media romería que los demás hicimos, porque a sus casi 90 años calculó que era más prudente conocer el pueblito de Tzinil, con sus chipokchis de intenso amarillo y algunas que otras pascuas, así como las casas de bajareque, adobe y láminas, y algunas de material más consistente, cuyos habitantes, más de mil, producen maíz, frijol, calabaza, café, ganado, entre otros.

Mientras, René Constantino, Carlos Argueta Álvarez, Mario Méndez Robles, Carlos Méndez López y este reportero nos fuimos a espantar los venados, conejos, tlacuaches, zorrillos, armadillos, debajo de los árboles de roble, taray, pajulul, quebrache, cedro, guanacaste, de cuyas ramas no vimos muchas palomas patojonas, culactés, pero sí murciélagos, a uno de los cuales el oportuno Eliseo Cruz Mejía le tomó una foto.

Todo lo demás parece mágico. Las escenas surrealistas que aparecen a la vista avivan la imaginación, y le hacen ver al visitante las figuras de fantasmas que aparecen como vigías que no duermen, justo a la entrada, o pasteles con chantilly derritiéndose por el cálido clima; amén de coloridas cuevas con tonos diversos de rojo, amarillo, verde, azul o café; y, claro, la figura del Sagrado San Miguel a quien en el mes de mayo se le rinde pleitesía para que traiga la lluvia.

Nuestros guías nos dijeron que entre otros animales en este lugar se encuentran culebras ratoneras, corales, cascabeles, entre otras, pero no hallamos ninguna, en ningún lado. Lo que sí nos mostraron fueron las laberínticas cuevas, en algunos de cuyos tramos encontramos alturas de 30 ó 20 metros, luego diez, cinco, tres, uno, e inclusive largas cuevas donde hay que pasar caminando de "patito" o de plano arrastrándose.

Eso sí, nos dimos una comilona terrible que incluyó camarones al mojo de ajo, carnitas azadas de res, ensalada, tortillas recalentadas en la braza, salsa de tomate asado con chile, cebolla y cilantro, y las infaltables bebidas refrescantes, debajo de un alto árbol de cedro, donde Sari Cruz Mejía, su hija Deni Ángel Cruz, la comadre Yolanda Sosa Muñoz y sus hijas Briggit y Diana Joselín Constantino Sosa jugaron a la comidita, preparando los sagrados alimentos.

SOCOLTENANGO: ARTE, HISTORIA Y NATURALEZA

domingo, 2 de diciembre de 2007




Ir a Socoltenango es una experiencia gratificante.

Es la típica provincia, en cuyas calles y avenidas caminar de la mano mamá, papá e hijos aún es posible.

Si se desea, la niña o el niño pueden ir retozando en las calles, o manejando la bicicleta, mientras sus progenitores arreglan el mundo o su mundo, hacen planes para el futuro o para el mismo día.

Las calles y avenidas están despejadas. De vez en cuando pasa algún automotor, a velocidad moderada, y el conductor aún tiene tiempo para levantar la mano para saludar o decir adiós.

La "Población de los Cántaros Fortificada", significado toponímico de Socoltenango, disfruta de un clima delicioso, predominantemente semicálido, con lluvias en verano, con una vegetación de selva baja en todo su derredor.

Al medio día los socoltecos no sienten ni mucho calor, ni frío, pues están ubicados a una altura de 860 metros sobre el nivel de mar.

Pero por si acaso un arroyo, aún de aguas limpias y transparentes, cruza toda la ciudad, donde el que así lo desee puede refrescarse mojando la cabeza o zambullir los pies, e inclusive jugar a las camisas mojadas.



Las calles y avenidas ya cuentan con señalización vial, con flechas rojas y negras para señalar alto y preferencia, pero ni siquiera es necesario respetar el sentido de las mismas, porque ni transitan muchos carros ni tienen agentes de vialidad; no es necesario.

Nadie parece tener prisa en Socoltenango y menos los Guillén Constantino, quienes mantienen viva la tradición musical de la familia, que ha venido de abuelos a padres, de éstos a hijos, a los nietos.

Hasta ahí llegamos a comprar unas frutas, para pasarla mejor, y la sorpresa fue encontrarnos a un pequeño niño de escasos 7 años, parado sobre una caja de plástico, para alcanzar a tocar su marimba.

Se llama Juan Fernando Guillén Constantino, hijo de María Candelaria y Fernando, sus amorosos padres. Y orgullos también, claro está, de tener a un joven artista de gran sensibilidad.

Hace 6 meses su padre aceptó compartir con él su apego por esta música folklórica, y el joven, sin duda, habrá de continuar el gusto musical que viene de su bisabuelo Isauro Guillén, quien la transmitió a Fortino Guillén Maldonado, luego éste a Fernando, éste a su vez a Juan Fernando y quién sabe quién más, en su oportunidad, habrá de continuar con esta tradición familiar de los Guillén, retransmitida por el hoy estudiante de primaria, de escasos 7 años.

Pequeño como está, Juan Fernando requiere, pues, de esa caja de plástico, en color azul, que un día sirvió para empacar leche lala y que hoy no se mueve del lugar que tiene asignado frente a la marimba, para que el joven músico pueda alcanzar a percutir las teclas de hormiguillo, cedro o ciprés con las dos baquetas que tiene en sus manos.

Él toca con sus baquetas la primera voz de la melodía, y esta vez nos regala, con su papá (quien se ubica a su izquierda para tocar al centro el acorde), aquella pieza de Don Herminisendo Paniagua denominada "Camino de San Cristóbal", que algún día los chiapanecos (y las chiapanecas más) escuchamos en aquel disco conocido como "Aires de Ixtapa Soyaló".


Después de nuestros aplausos tocan "El Sapo" y "Las Chiapanecas", para luego tomarse las fotos del recuerdo, junto a estos dos músicos socoltecos, quienes han tenido ya actuaciones en el parque central del lugar.

Obviamente al niño Juan Fernando Guillén Constantino le tocará un largo camino de aprendizajes, porque en seis meses nadie domina a plenitud un instrumento musical, y aún después de 6 años siempre hay algo que aprender o mejorar, además de que la tradición familiar implica tocar también el saxofón, el teclado, el bajo eléctrico, entre otros.

Así que ir a Socoltenango no sólo implica disfrutar el increíble "Velo de Novia", esa cascada natural de más de 70 metros de altura, ni sólo admirar la majestuosa Iglesia Dominica "Copanahuastla", allá en La Candelaria, o los vestigios arqueológicos del rancho El Molino, o "El Ojo de Agua" donde la familia completa puede darse sus chapuzones y preparar en una fogata las carnitas y acompañarlas de aguas naturales o cervezas

Es también recordar a Don Límbano Vidal Mazariegos o ver tocar al niño de 7 años de edad, Juan Fernando Guillén Constantino, cuyos padres, abuelos y bisabuelos han tocado en la Marimba Orquesta El Águila de Chiapas, precisamente de los hermanos Vidal.

RECORRIDO EN LANCHA para llegar a LAS PALMAS (Municipio de Acapetagua) -1_2-